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Writer: Rafael FriasRafael Frias

Una vez escribí un poema sobre una mujer maravillosa. La conocí en la universidad mientras caminaba hacia su coche.


He buscado el escrito varias veces. En el legajo de hojas que he guardado por más de treinta años. También en mis documentos electrónicos. Una vez lo busqué en mi memoria. Nunca apareció.


Caminaba con soltura. Parecía deslizarse. Llevaba un portafolio y un traje sastre. Estudiaba por las mañanas y trabajaba por las tardes.


Ahora aparece su imagen. De pronto. Llamé la historia. Y quise escribirla. Y comentarla entre párrafos. Me gusta arruinar la secuencia. Es un hábito que se me ha hecho vicio.


Antes de abrir la puerta, la alcancé y la tiré suavemente del hombro. “Hola”, le dije tímidamente, mientras sus ojos me esculcaban. “Hola, ¿qué se te ofrece?”, respondió y preguntó como dándome un latigazo.


Las palabras tienen sentido sólo cuando las escribimos con un propósito. Son bellas cuando bailan armoniosamente. Son contundentes cuando se encuentra el momento adecuado de arrojarlas. Porque es verdad que cuando nos arrojamos es cuando inclinamos la balanza a nuestro favor para ser plenos.


Cuando nuestros ojos se cruzaron una descarga de energía recorrió mi espina dorsal. Me quedé helado. Pero reaccioné instintivamente y sin pensar le dije que era muy bella. Que me disculpara por el atrevimiento. “No me parece muy atrevido, me lo han dicho miles de veces”.


Las sorpresas que más recordamos son las que alguien más nos regala cuando uno buscaba sorprender. Desde niño he creado planes secretos que tienen una secuencia detallada y resultados impactantes. Esos planes se han hecho realidad a veces, y muchas otras han sido planes que con el intento se convierten en algo más. Unos cuantos se quedaron en el techo de mi habitación.


Sonreí nerviosamente. Fue una invitación que no iba a desperdiciar. Habíamos quedado muy cerca. Su cintura estaba casi encima de mi. Sentí que se acercó-o eso creí- y la tiré hacia a mi sin chistar. Fue muy rápido.


Los comentarios al final de la película son los menos bienvenidos. A menos de que sean indispensables. La oportunidad ya la perdieron, pero la relevancia es algo que no debería evitarse.


Se subió a su coche. Y nunca más

la vi. Pero quedó para siempre conmigo.


Como habrás adivinado ya, de este escrito todo es falso. Iba a decir fantasioso, pero creo que en este caso es mejor ser muy honesto. Solo el primero y el tercer párrafo son verdaderos. Lo demás es falso. Incluyendo éste último. Poner el título al final fue otro capricho.


El poema que sólo existió solo


Londres, a 15 de junio de 2020

 
 
 

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